LA EDUCACIÓN COMO MOTOR DEL DESARROLLO
Foto Por Fotos EDH Cristian Diaz |
Según la DIGESTYC 2017, 576,300 personas de 10 años y más no saben leer ni escribir, lo que representa una tasa de analfabetismo de aproximadamente el 10.5% a nivel nacional.
La educación de toda la población, sin distinciones algunas
por creencias religiosas, políticas y sociales pero con hincapié en la clase social más pobre y media, es imprescindible si se desea
construir sociedades más justas, altruistas y democráticas con desarrollos sostenibles.
Ejemplo de sociedades donde los derechos
humanos y la democracia no son mera construcción teórica y que se ven
reflejados en la praxis de la gente son muchos, o, por lo menos, son países
donde se le garantiza un nivel de vida que pudiese acercarse más al verdadero
significado de vida digna. Muchas
poblaciones de las naciones de Europa ya han construido sociedades más
desarrolladas y gozan de lo que ello implica, mejor calidad de vida, aunque con algunos matices entre la población.
En El
Salvador, el más pequeño de Centroamérica y con una población que se acerca a siete millones dentro y unos tres fuera del país, la calidad de vida es pésima para un gran porcentaje de gente, este pesimismo tiene nexos con los niveles de pobreza existentes, así, según la DIGESTYC 2016, el porcentaje de salvadoreños en pobreza fue de 34.9 %, y se podría pensar que ha disminuido, los números contrastan, ya que en 2016 la pobreza multidimensional rural ha aumentado. Sin embargo, un año después la CEPAL muestra que la tasa de pobreza se redujo del 34,5 en el 2012, al 32,7 en el 2016 y la tasa de pobreza extrema de 8,9 en el 2012 a 7,9 en el 2016. Lo que demuestra la relatividad y dificultad para calcular los datos de la realidad y lo poco que se logró reducir la desigualdad entre ricos y pobres.
La eficiencia y la eficacia de la labor gubernamental se ve reflejada en el desarrollo que la población en general obtiene en un determinado periodo, de tal manera que tras el cambio de gobierno e ideología en el 2009, en el que la izquierda accedía al poder, al menos cogía el ejecutivo con Mauricio Funes y Sánchez Cerén después en el 2014 con más de un millón de votantes, y que tras 8 años de gobierno, tras la publicación de la Encuesta de Hogares con Propósitos Múltiples, en términos educativos, el porcentaje de gente analfabeta disminuyó aunque en pequeñas proporciones, pero no es para más si las condiciones heredadas de la guerra y de la negligencia de gobiernos anteriores han hecho difícil el progreso. Nada debe justificar la negligencia política.
Para cotejar el dato, para el 2013 la EHPM mostró que fueron 644,678 personas de diez años y más que no saben leer ni escribir, lo que representa una tasa de analfabetismo del 12.4% de la población a nivel nacional. De la misma entidad se constató que para el 2016, 576,300 personas de 10 años y más no saben leer ni escribir, lo que representa una tasa de analfabetismo de aproximadamente el 10.5% a nivel nacional, evidenciando una leve baja en la tasa de analfabetismo, lo que, al mismo tiempo significa un diminuto paso hacia el desarrollo sostenible y equitativo dado que saber leer y escribir es crucial, empero, no permitirá alcanzar un desarrollo humano y económico que democratice las vidas salvadoreñas en una sociedad donde inclusive los universitarios encuentran frustración al momento de acceder a un empleo con justa remuneración.
¿Será la educación de alta calidad la panacea que cure
todos los males de la sociedad salvadoreña y que nos conduzca a todos hacia una
sociedad más justa, altruista y democrática, donde los derechos humanos no sean
mera teoría y sí más praxis? Una respuesta contundente es difícil de aseverar para
menuda pregunta con complejas categorías societales. Aun así, no dejando de ser
optimista la respuesta es positiva, es decir, la educación de alta calidad y lo
que ello implica, ha sido elemental para los países más desarrollados, por
tanto, lo sería para El Salvador.
Si se compara, por ejemplo, la educación entre el pueblo de
una nación del norte de Europa con el pueblo centroamericano, y en particular
de El Salvador, encontraremos una diferencia abismal. A la par de aquellos,
escribió Alberto Masferrer, “nosotros somos unos desdichados, sin anhelos, sin
personalidad, sin idea remota de lo que es vida libre; creídos de que la
audacia puede suplirlo todo, que hablar mucho es saber mucho, que la discordia
es sociabilidad, que ya casi nada tenemos que aprender, que el dinero es
creador de los más altos dones, y el poder, algo que está por encima de la
justicia, de la ciencia y la conducta” (Masferrer, 2011).
Temo que aquella sociedad que Alberto Masferrer describió
en su época no está tan distante de la actual, escribió que la mitad de
salvadoreños no podía leer ni escribir, y que la otra mitad no leía, sino
libros dañinos. En este sentido, si bien han pasado más de 90 años desde su defunción
y, sin embargo, no se ha logrado extirpar el analfabetismo. El analfabetismo,
como efecto de la mísera inversión por parte del Estado en el área de educación
y de la poca voluntad de todas las personas no analfabetas, para enseñar de
manera eficaz, altruista y voluntaria a sus compatriotas ha sido, a mi juicio,
el principal causante de que hoy en pleno siglo XXI existan sociedades con
grabes problemas sociales conexos al problema educativo.
Estudiar el problema de la educación en El Salvador permitirá primero, comprender cómo la baja calidad de la educación y del
sistema educativo contribuye a no mejorar cualitativamente nuestra sociedad,
segundo, permitirá tomar decisiones desde la comprensión del problema, es
decir, conociendo cuales son las causas que más impacto tienen y como se
manifiestan en relación a los problemas sociales de país, decisiones que permitan mejorar
el servicio social de la educación. Las políticas públicas
juegan un papel importante en este proceso de causa justa.
La reforma
curricular, la mejora de la infraestructura del equipamiento técnico y tecnológico
son ejes transversales para mejorar el sistema de enseñanza pública, no
prescindiendo, además, de la buena capacitación de la planta docente que es el
motor del sistema.
Las condiciones sociales no son las mejores, de hecho, son
poco alentadoras si se tiene una visión de un país donde la calidad de vida sea
digna para toda la población, y esto incluye no tener problemas societales
mayúsculos como los que se originan a partir de un país donde la mayoría de la
población no llega a culminar sus estudios universitarios, quedándose, en la
mayoría de los casos, con un bachillerato que propicia escasas oportunidades
para alcanzar la calidad de vida digna a través de conseguir un trabajo
remunerado de acuerdo al valor de la canasta básica.
Desde la antigüedad, los filósofos aseveraban que un pueblo
educado será aquel donde no es necesario castigar a los hombres porque estos
habrán sido educados desde pequeños. Entonces, el problema de todos los males
de la sociedad radica en que históricamente el sistema educativo de El Salvador
ha sido decadente y, la educación tiene efectos en distintos aspectos de la
sociedad siendo más visible en el desarrollo social y el grado de integración social de la gente, en este sentido juegan un papel neurálgico los valores que se enseñan en los centros educativos (incluyendo la familia).
“En El Salvador, la importancia de la educación para
construir una sociedad cohesionada adquirió relevancia luego del Acuerdo de Paz
en 1992. La necesidad de forjar el desarrollo y una cultura de paz a través de
un proyecto educativo se hizo inminente. Esta aspiración, la cual ya existía en
los fines de la educación nacional expresados en el marco legal, fue plasmada
de diversas maneras en los planes educativos que han sido implementados desde
entonces. Veinticinco años después, prevalece el deseo de lograr una sociedad
más integrada, próspera y segura. De allí que es necesario indagar en qué
medida la educación pública ha respondido al desafío de fortalecer la cohesión
social” (FUSADES, 2017).
Entre las causas del problema de la baja calidad de la
educación en El Salvador, se debe, entre otras , al poco apoyo económico
que históricamente se ha hecho desde el Estado hacia el ministerio de
educación, siendo esta institución el corazón técnico del sistema educativo, desde el
cual se toman decisiones trascendentales y que beneficiarán, en teoría, a toda
la población.
Por otro lado, la infraestructura poco moderna de muchos centros
educativos deja mucho que desear en cuanto al desenvolvimiento de los
estudiantes en ellas, si se visita, por ejemplo, las escuelas de los lugares
más recónditos del país, se encontrarán estructuras físicas con aspecto de
abandono, sin un buen equipo técnico, sin espacios adecuados para realizar las
actividades académicas.
La planta docente tiene muchos problemas que impactan
negativamente en la calidad de educación que reciben los estudiantes, entre
ellos, la desactualización de saberes y en las herramientas tecnológicas
usadas como material didáctico y esto, a pesar de los míseros esfuerzos hechos
por los gobiernos.
“El año 1992 marcó una nueva era en la historia nacional,
poniendo fin al conflicto interno por la vía política e iniciando un proceso de
paz que buscaba: “impulsar la democratización del país, garantizar el
irrestricto respeto a los derechos humanos y reunificar a la sociedad
salvadoreña” (Naciones Unidas, 1993: ii).
Veinticinco años después de firmar el
Acuerdo de Paz, se advierten avances importantes en el desarrollo económico y
social y en la consolidación de una institucionalidad democrática; sin embargo,
aún hay deudas con la ciudadanía que demandan acciones efectivas por parte de
distintos actores de la sociedad” (FUSADES, 2017). Los gobiernos posguerra,
prescindiendo de su ideología política, han tratado de reconstruir el tejido
social, a través del apoyo al sistema educativo y otras instancias, que había
sido destruido no solo por la guerra sino por todos los gobiernos dictadores
que le presidieron.
Empero, veinticinco años más tarde no se puede decir que se
ha vuelto a tejer con contundencia, en todo caso, la realidad lo desmentiría. Los avances hacia una sociedad más educada ha sido lento, así, por ejemplo, según la DIGESTYC 2012, la escolaridad promedio a nivel nacional fue de 6.4 grados, mientras que para el 2017 la escolaridad promedio a nivel nacional es de 6.8 grados, con algunos matices entre mujeres y hombres y el área urbana y rural.
Clarividente el mísero avance, no obstante, importante es no claudicar y cada vez trabajar más duro por mejorar la sociedad a través de la educación.
Clarividente el mísero avance, no obstante, importante es no claudicar y cada vez trabajar más duro por mejorar la sociedad a través de la educación.
Apostarle a la educación es más viable que apostarle a la economía desde una perspectiva de sostenibilidad social. Aunque apostarle a ambas sería crucial para logar desarrollo social y económico sostenibles y sustentables. Es decir, en la medida en que los padres y madres obtienen mejores trabajos con mejores remuneraciones y condiciones laborales, sus hijos e hijas tendrán más posibilidades de mejorar su alimentación (algo imprescindible para aprehender conocimientos y mejorar habilidades pedagógicas), de mejorar la motivación y el acceso a recursos pedagógicos, lo que pasa por poder acceder a las nuevas tecnologías.
Bibliografía:
-Leer y escribir, Alberto Masferrer.
-Leer y escribir, Alberto Masferrer.
-FUSADES, 2017.
-DIGESTYC, 2013.
-DIGESTYC, 2017.
CEPAL, 2017.
LIBERTÉ, ÉGALITÉ ET FRATERNITÉ
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